sábado, 29 de agosto de 2020

Lugar pendiente.

 Esta habitación a tu semejanza,

el frío que se lleva tus huesos, 

sonido de un piano que te eleva,

            te enrojece, te entristece.

Una línea fruncida, ahogada,

          entumecida en el beso atorado.

Mientras las liendres en el pecho 

se quieren llevar, caminar sobre el latido.

Mientras esto se escribe,

el regocijo está de vacaciones,

                               pero canta;

canta canciones inaudibles,

ensordecedoras de silencio.

Nadie te puede escuchar.

Es cuando recuerdas el frío que sientes,

esos helados pies que van

por un helado sendero,

                de tu flagelo.

Y solo tus ojos miran hacia el sol,

escondido y calmo,

avizorando

              tu encuentro.

Calor pasajero.

 El calor del pecho se desborda,

la mente aún en estado de alerta

                                      pasajera.

Una idea entrañada desde la nostalgia,

                                            el recuerdo.

Te sientes libre pero no te puedes librar de ti,

y miras al espejo, 

             el mismo.

Unas veces más, unas menos,

                                el mismo.

De hace 20 años, inocencia extraviada.

Te buscas: no encuentras. Solo sientes,

                                               ese calor:

de la memoria, de la carne;

y ya solo quedó eso: la piel;

las huellas de una playa,

borradas por las olas de otros olores,

de nuevos vicios,

de nuevas palabras,

de nuevos, licores.